De joven tuve inquietudes religiosas,
inquietudes que me llevaron a plantearme muy seriamente ser sacerdote.
Por aquel entonces, cursaba mis estudios de bachillerato en el Instituto
Carolina Coronado y mi vocación se hallaba dividida con el clima
emocional que me suscitaban los primeros amores adolescentes. Pero la
muerte de mi madre supuso un golpe amargo y negativo en mi vida, y con
él se esfumaron todas las inquietudes.
En ese tiempo surgió uno de mis primeros poemas escritos "Hablándome", y con él llegó mi primer premio, el del II Concurso de Poesía Matilde Fernández, que convocaba el Instituto Carolina Coronado, allá por el año 1980.
En ese tiempo surgió uno de mis primeros poemas escritos "Hablándome", y con él llegó mi primer premio, el del II Concurso de Poesía Matilde Fernández, que convocaba el Instituto Carolina Coronado, allá por el año 1980.
Desde pequeño he sentido a Dios
acostándose en mi camino,
hablándome.
Aprendí con él, el dolor de estar solo
y el dolor de estar acompañado,
y aprendí, en esos momentos,
a rezar.
Rezar y no pensar,
sentarme junto a él
y hablar,
con las piernas colgando
de un sueño dibujado,
hablar de nuestras cosas de niños,
y fue él quien me enseñó
a escribir en las hojas de los árboles
cuando el amor me cerraba las palabras.
Rezar y pensar,
llorar junto a él
y hablar,
dormidos en los charcos
de un paseo sin camisa,
hablar de las montañas, de las nubes,
de las flores y del arco iris,
y fue él quien me ayudo a cambiar
la tristeza por un padrenuestro.
Con su mano desnuda,
hablándome.
acostándose en mi camino,
hablándome.
Aprendí con él, el dolor de estar solo
y el dolor de estar acompañado,
y aprendí, en esos momentos,
a rezar.
Rezar y no pensar,
sentarme junto a él
y hablar,
con las piernas colgando
de un sueño dibujado,
hablar de nuestras cosas de niños,
y fue él quien me enseñó
a escribir en las hojas de los árboles
cuando el amor me cerraba las palabras.
Rezar y pensar,
llorar junto a él
y hablar,
dormidos en los charcos
de un paseo sin camisa,
hablar de las montañas, de las nubes,
de las flores y del arco iris,
y fue él quien me ayudo a cambiar
la tristeza por un padrenuestro.
Con su mano desnuda,
hablándome.